LA EXPERIENCIA DEL PENSAR: FILOSOFÍA Y POESÍA EN ANTONIO PORCHIA Y ROBERTO JUARROZ DE JUAN JOSÉ MACÍAS

OTREDADES QUE SE ENCUENTRAN PARA SER UN NOSOTROS



Obed González Moreno
Escritor, crítico de Arte y Literatura y profesor en la Escuela de Artes de la Universidad Anáhuac (México)

Tanto filosofía y poesía andan en búsqueda del ser, en una hondonada de preguntas intentan esclarecer aquello que habita en el humano y más allá. La poesía a través de cierta cantidad de palabras intenta mostrar y revelar al ser con lo más cercano que posee, la metáfora, mientras que en tanto la filosofía en una sola palabra intenta mostrarnos todo un concepto y estructura para llegar al ser, pero las dos tienen antes que preguntar sobre otras cuestiones para lograr este fin. Filosofía y poesía conducen al asombro, sólo por llevarnos a lo maravilloso y a la extrañeza tienen un valor incalculable. La filosofía nos conduce al preguntarnos de dónde provenimos, hacia dónde vamos y la poesía a reafirmar quienes otros somos. El primer paso al que nos lleva la poesía es al asombro de sabernos nosotros mismo, de la extrañeza de donde habitamos a la confusión primera en regresión. Poetizar es encontrarse ante el asombro de ser y filosofar es el asombroso preguntar por lo asombroso.




EL SER Y EL ESTAR

El verbo “To be” en el idioma inglés nos indica estar o ser, entonces este verbo nos confiere dos acepciones en una, el Ser es el que habita, lo mismo sucede con el verbo alemán “sein”. Estos dos verbos en diferentes idiomas nos expresan que quien habita Es, quien está existe. En el español ser y estar son verbos que designan un concepto diferente. El estar condiciona transitoriedad mientras que ser condiciona permanencia. La disparidad en conceptos por ambas palabras nos proporciona significados distintos y por lo mismo entonces al estar no necesariamente tengo que existir, ante esta disyuntiva para quienes escribimos y hablamos el español nos da la posibilidad de interactuar en tópicos diferentes cada vez que usamos cualquiera de estas dos palabras. Para poder ser se necesita habitar hablando ontológicamente, habitar en uno mismo pero podríamos suponer que para habitar en uno mismo se debe ser ¿Pero cómo lograr este ser? El ser humano al encontrarse en ningún lugar y saberse que no es, provoca al mundo para saberse habitado, se sabe expulsado del universo, la irrealidad es una realidad más real que la propia realidad, el día y la noche se mimetizan y el cielo y la tierra se le tallan frente a los ojos y todas las palabras llevan oscuros signos que lo atormentan y le crean voces en la cabeza y estas voces siempre son sus verdugos, se necesita saber para ser y en una explosión comprende que todo ese vacío lo hace ser y el mundo se desnuda y se vuelve a vestir y todo lo conocido le parece nuevo y extraordinario, las voces del silencio de tan antiguas le parecen nuevas y el árbol ya no es el árbol ahora es el grito enramado de la reunión y el agua ya no es agua es la cristalización de la imagen en el ser y el día es acción y la noche sueños y el hombre es oído, voz y canto y nuestros ojos son todos los ojos, nuestras manos las del niño, las del anciano, las de la mujer,  las propias y al ser cada uno de ellos y ellas somos:

Uno es uno con otros, solo es nadie (Antonio Porchia)”.

El poeta sabe que sólo está, que es transitorio y que el ser conlleva algo de eternidad por lo mismo concibe poesía.

ANTE LA MIRADA DE LOS OTROS

Juan José Macías al interponer a dos autores quienes en sus propuestas se crean así mismos y se recrean entre ellos, también contrapone el sentido de ser es soledad, y soledad es estar acompañado, que es la realidad humana, no hay humano sin vacío ni unidad. Mientras que Juarroz se recrea en el silencio, Porchia  lo hace en las voces, esas voces que escuchamos sólo con la cofradía del silencio. El poeta cuando es el otro se sabe él mismo. El humano ante el vacío que lo rodea comienza la búsqueda de sí mismo, ante la nada aparente se llena y comienza a encontrar significados que antes no comprendía, peor aún, ni siquiera sabía que existían, ante esta experiencia nueva para él los días se arquean, el hoy es ayer y el mañana también, todo es instante. Se sale de sí mismo y se observa y se sabe ni vivo ni muerto pero se sabe. Podemos apreciar esta separación y este encuentro del poeta a través de la obra tanto de Juarroz como de Porchia y lo deja entrever Macías como si él fuese testigo de este partirse, participa de esta experiencia como un tercer ojo y se inmiscuye en la historia de los dos hombres sino como un arqueólogo de ellos pero sí como un cómplice, ésta, es una de las grandes cualidades del libro, la confabulación de Juan José con la escritura de los otros que ahora son su escritura y que a la vez también se siente observado y escrito por ellos. Esa emoción que nos permite también a nosotros como lectores penetrar a esta escritura que ya no es un ensayo sino un lago que nos permite reflejarnos para mirarnos de una manera distinta a través de su lenguaje y el de los autores citados, esos lenguajes que están construidos con palabras: Las emociones que se guardan bajo la lengua crean ampollas entre los dientes, se suicidan. Nuestra significación siempre es un tener que se siente amenazado y a través del lenguaje se proyecta ese “Yo” sempiterno que no es el de la boca sino aquel que está dentro, profundo, internado en nosotros y con el cual alimentamos nuestra consciencia hasta el hartazgo, no importa que nos vomitemos por dentro, ese nos habla y aunque callemos sigue comunicándose con nosotros con pensamientos construidos con palabras que van proyectando actos: el humano es logos.

INTERRELACIÓN ESCRITOR-LECTOR-ESCRITOR-LECTOR

Existe una didáctica de la lengua y la literatura y en ella también existen muchas teorías, una de ellas nos confiere que el lector para poder corresponder con lo escrito —según Gonzalo Sobejano— se realiza en tres etapas:

a)    La receptiva o de información
b)    La perceptiva o de interpretación
c)     La conceptiva o de valorización

La primera nos engloba el texto, la posición y el conjunto de la obra como tal. La segunda  hace referencia al descubrimiento de la actitud del tema y la estructuración del escrito y la tercera al descubrimiento del contexto simbólico histórico/social del escrito. Pero de manera personal percibo que debe de haber una cuarta que es la síntesis de las tres anteriores la simbiótica o de complicidad. Ésta es importante tanto para la educación como para el mismo lector. Es aquella que nos acerca de manera emocional con la escritura y nos permite extraer de nosotros mismo la parte interesante del ser, aquella que nos despierta a los otros que en conjunto son la inspiración. Esa parte de la didáctica del lenguaje y la literatura que nos estimula para que a través de los signos se cree una especie de complicidad y nos hace partícipe y de cierta forma continuadores de lo que se ha leído, que más que leído se convierte en una emoción que permite el acercamiento con lo otro, aquello que deseamos desentrañar y que en ocasiones logramos un acercamiento a ella a través de la escritura que ésta puede ser como narrativa o ensayo pero siempre con poesía. Este tipo de simbiosis o complicidad literaria la podemos apreciar en el libro:

Juarroz: Tal vez en esos espacios sin espacio esté lo que buscamos- Porchia: Cuando alguna voz me llama, respondo a ella, pero antes me respondo a mí- Macías: El poema habla también como la conciencia (La experiencia del pensar. 2009. Pág. 50).

En todo estudio sobre algún autor siempre hay una sombra de simbiosis y conversación poética.
Aunque al inicio del libro Juan José nos comenta que no escribe sobre estos autores ni por semejanzas ni aproximaciones con su obra, puedo percibir que lo realizó, además por lo que está escrito en el libro, porque existió un pequeño reflejo de él mismo en ellos. Cuando hemos conocido la otredad, lo otro, aquello que nos refirma como humanos y que en el poeta lo lleva a desolarse se crea también un lazo con aquellos que percibimos también anduvieron por el mismo camino, la otredad, que es el pasillo de espera donde conversamos con otros hacia poiesis.

EL LOGOS EN EL LIBRO

A través de las palabras nos comunicamos y esto es el logos, la razón y el discurso pero también el punto rector del universo, el logos es acción y transformación. A través del lenguaje podemos vislumbrar el interior de las personas, todo humano se conoce por sus palabras, de una manera superficial con la pronunciación y acentos podemos darnos por enterados de que parte proviene, pero esto, como escribí anteriormente, sólo es la parte superficial, en la parte profunda el inconsciente es capaz de captar las intenciones y códigos del lenguaje sea hablado, escrito, simbólico o abstracto. El logos es el mismo ser, crea y proyecta la realidad pero ésta constituye una realidad personal, realidades dentro de la realidad, mundos que se entretejen en nuestra visión y crean un universo donde todos formamos parte de él. En este proceso es cuando también se crea la poiesis que es extraer de donde antes no había nada para que exista. El logos es el comprender, el reflexionar mientras que la poesía es el crear, se convierten en discurso y movimiento. En La experiencia del pensar Juan José Macías nos habla del logos y del poeta donde él mismo se transforma en filósofo y poeta a través de la reflexión y la poesía, escrito que carece de poesía carece de emoción. Para poder llegar al lenguaje de otros primero se tiene que llegar al silencio, al lenguaje desde el yo mismo y a través de él, es una conversación que discurre en todos las afonías que son capaces de proveernos de palabras, palabras que aún calladas nos llevan a la recreación con lo otro y los otros para ser un nosotros.

BIBLIOGRAFÍA


MACÍAS, José Juan. 2009. La experiencia del pensar: Filosofía y poesía en Antonio Porchia y Roberto Juarroz. México. Colección Divulgación cultural. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA).
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